Asegurando sentimientos

Una mañana de mayo, Carlos se cruzó con un cachorro perdido. Se agachó para acariciarlo y siguió su camino, sin embargo el cachorro le siguió. Al cerrar la puerta de su casa, el cachorro comenzó a ladrar. Carlos lo observó un rato a través de la mirilla mientras pensaba… y decidió adoptarlo. Al poco tiempo Blaki era el mejor compañero de Carlos, y ambos se entendían a la perfección. El perro era un miembro más de la familia (situación difícil de explicar para quien no tiene un perro, decía siempre Carlos a sus amigos).

Unos años más tarde, en una tarde de junio Blaki cruzo el primero un paso cebra; al final de su cadena venía Carlos. Un coche no tuvo tiempo de frenar, y Blaki fue atropellado. Los intentos del veterinario por salvarle fueron inútiles, falleciendo al día siguiente. El dolor que sintió Carlos, fue inmenso.


La compañía de seguros del coche se puso en contacto con Carlos, y le ofertó una indemnización: los gastos del veterinario, y el valor de un perro de la misma raza de Blaki. 1200€ fue la cifra final. Carlos le comentó al tramitador que esa cifra cubría los gastos materiales, pero no el dolor que sentía por la perdida de su amigo, a lo que le respondió amablemente el tramitador que «no había forma de poder medir su dolor para compensarle».


Cuando Carlos terminó su conversación con el tramitador, anunció a todos que se iba de viaje 3 días. Tras hacer unas llamadas, comenzó a llenar su maleta. Tras 4 horas de vuelo, el avión aterrizó. Un taxi le dejó en la puerta del Centro de Investigaciones Neurológicas, donde tenía una cita concertada. Mientras comprobaban sus datos, sacó de su cartera la foto de Blaki. Dos horas más tarde la resonancia magnética funcional mostraba una hiperactividad cerebral en las áreas relacionadas con el dolor. En una escala del 1 al 10, el Radiólogo la puntuó en un 9.


El Smartphone le anunció a Carlos la llamada de la aseguradora. El tramitador le comunicó que, tras la reunión del equipo directivo, habían decidido aceptar la resonancia magnética como una prueba objetiva del dolor que le había provocado la muerte de su perro. Aunque la oferta económica fue importante, para Carlos lo fue más demostrar el dolor profundo por la pérdida de su amigo, su fiel perro. Carlos donó la indemnización a la protectora de animales de su ciudad.


En abril de 2013 se dio a conocer que el dolor agudo y su intensidad podía detectarse y medirse mediante una prueba objetiva conocida como resonancia magnética funcional cerebral. Situaciones que hasta ahora no podían evaluarse, y que en ocasiones denominábamos como daño psíquico, las vamos a ver plasmadas en una prueba de neuro-imagen.

Poder medir de forma objetiva un dolor psíquico, supone que un mundo completamente nuevo comienza para aseguradoras, y asegurados.