Campamentos de verano: mamitis, hijitis y otros pequeños riesgos

No hay peor época para los padres que las vacaciones, sobre todo si tiene que combinar el trabajo con la atención a los hijos. Tal vez por eso dicen las malas lenguas que fueron ellos mismos quienes inventaron los campamentos de verano… sea lo que fuere, está comprobado que pasar unos días en contacto con la naturaleza es una oportunidad muy saludable, aunque también arriesgada, como todo cambio en la rutina de las personas. Ya se sabe que donde hay riesgo aparece la figura del seguro que acude presto en nuestra ayuda.

Llega el emocionante día de la salida. Los chavales se descargan de la mochila antes de subir al autobús y unos minutos después ya están despidiéndose de sus padres a través de la ventana. Papás y mamás, todo hay que decirlo, mezclan un sentimiento de alivio y pena… y los jóvenes exploradores sufrirán en menos de 24 horas el famoso síndrome de la mamitis (que es la correspondencia lógica al de la hijitis de los padres). Estas angustias paterno-filiales sabemos que son pasajeras, duran unos pocos días. Lo que, sin embargo, puede tener mayores consecuencias son los peligros que en torno a las tiendas de campaña merodean sobre nuestros hijos.

No nos pongamos trágicos, pero es evidente que el entorno natural en el que se mueven los niños/as urbanitas, no es el campestre propio de un campamento. He ahí su inquietante atractivo y el fundamento más que sólido para que existan seguros específicos en estas actividades. Interesantes pólizas tanto si eres organizador (colegios, asociaciones, clubes, ONGs, Fundaciones…), como si formas parte del equipo de monitores, médico, auxiliares o, sencillamente, eres padre de las criaturas.

Veamos por qué conviene suscribir una póliza de seguros para campamentos y, en cualquier caso, ser consciente de lo que nos cubre. Los accidentes son el riesgo más obvio: pruebas físicas de todo tipo, por tierra, mar y aire, realizadas con prudencia –no hay por qué dudarlo– pero realizadas por no-profesionales de la escalada, el atletismo, del senderismo, el trecking… El paisaje es bonito pero también agreste así que por un tropezón de nada es fácil perder el equilibrio; lo normal es que nos hagamos heridas, rasguños o quizá incluso acabemos rompiéndonos algún hueso. No tiene por qué suceder pero, indudablemente, las posibilidades de alguien sufra un percance similar son mayores que sobre las aceras de la ciudad o el pasillo de casa.

Por si fuera poco, de vez en cuando se propagan incendios. Sí, es un misterio que suceda a pesar de los avisos y recomendaciones que constantemente nos llegan. Pero sea como sea, un fuego en un bosque no es la situación de sosiego que todos esperábamos al salir del campamento. Si hay desgracias físicas o materiales más vale tenerlas aseguradas. También se pueden dar casos de intoxicaciones alimenticias o si un menor se pierde… un sinfín de circunstancias que agudizan los riesgos que nos acechan habitualmente.

Por todo esto el seguro de responsabilidad civil en un campamento está pensado para cubrir daños a terceros y es complementado con el seguro de accidentes que protege a los participantes. Nos sirve fundamentalmente para evitar incurrir en los gastos médicos o traslado en caso de accidente y los gastos médicos y farmacéuticos si fuera el caso.

Ya sabemos que los accidentes suelen ser pequeños incidentes de los asistentes. Si no fuera así, hace tiempo que los campamentos veraniegos habrían desaparecido como actividades lúdico-formativas. Pero precisamente porque la experiencia es positiva, año tras años a pesar de la mamitis y la hijitis, las chicas y chicos de medio mundo son embarcados, cantimplora en mano, en la aventura de unos días entre tiendas de campaña y pinos. Descansan (padres e hijos) los unos de los otros y a la vuelta a disfrutar de las vacaciones. Descansarán y disfrutarán de verdad si se aseguran de que, pase lo que pase durante esos días de campo, una póliza les garantiza los eventuales contratiempos de esas jornadas.