¿Por qué contratar un seguro de embarcaciones?

Escribo desde Estocolmo que, por si no lo sabíais, la región la conforman unas 24.000 islas. Dicho esto se comprende que tras varios recorridos por canales y lagos, mi cerebro esté lleno de yates, motoras, botes, piraguas… y todo objeto flotante que se desplaza razonablemente bien sobre el agua y que impulsado por velas o motor es dirigido por un timón o con remos. No voy a decir que en Suecia hay más bicicletas (y eso que abundan por todas las calles) que barcos, pero a la vista de los embarcaderos que te vas encontrando por el país de los lagos, el número debe de ser incontable.

Uno de mis descubrimientos estas semanas es que muchos propietarios son de tierras adentro y que gracias a los canales zarpan por el Báltico sin más complicaciones. Habiendo tal tráfico fluvial y marítimo, mi obsesión por los seguros de embarcaciones no ha hecho más que crecer y crecer. Siendo un barco un bien tan valioso y expuesto a múltiples y evidentes riesgos, no hay que esforzarse mucho para darse cuenta de que lo mejor es asegurarlo bien o, si no, ni te lo compres. Esta observación es universal, da igual que estés en los países nórdicos o en Hawái… vale incluso para España. Y no, no es un seguro de élites minoritarias; no hay que dejarse confundir por la palabra «yate». Primero porque además de yates existen muchos más tipos de embarcaciones de las que imaginas, bien porque la gente llama yate a cualquier cosa o porque, sencillamente, es otra cosa: bote, motora, piragua… Lo que está claro es que este seguro si no es de mayorías, tampoco lo es de minorías. Motivo por el que sigo empeñado en escribir sobre este seguro.

Otra objeción que alguno me plantea –¡como si le estuviera oyendo!– es que siendo un tema interesante, ya podría haberse publicado antes del verano, no ahora que ya está de capa caída. Pues no y por varios motivos. Primero porque muchos han pensado comprarse su barquita para la próxima temporada, no ésta que acaba. De hecho la Navidad será la ocasión o excusa para la toma de la decisión, así que tampoco vamos tan mal de plazos. Además, no olvidemos que el seguro no es sólo para cuando estamos en el mar: el transporte y la conservación de la embarcación corren riesgos incluso en el dique seco.

Entro por fin de lleno en este tipo de pólizas que si aún piensas que no la necesitas por carecer de yate (o lo que sea), atento porque todo llega. Y si el momento de echarte a la mar no te llega, seguro que algún amigo acabará necesitándolo. En cualquier caso es importante aclarar que estamos hablando de un uso particular, para ocio y descanso personal, de amistad o familiar, no comercial. Tanto si se maneja a vela o la propulsión es a motor, remo (piraguas y botes, mucho más frecuentes que embarcaciones de mayor calado).

Los tipos de incidentes son similares a los de los vehículos, accidentes con daños en la propia embarcación o a terceros. Nos puede parecer infrecuente por aquello de que el mar es muy grande y los choques son improbables. Sí a lo primero pero no a lo segundo, fundamentalmente debido a que la concentración de embarcaciones en puertos generan el efecto embudo con un tráfico denso y una proximidad entre los barcos que implica riesgos más que evidentes. Nadie duda de la pericia de los timoneles de a bordo pero el hecho de que se requiera un permiso de patrón de barco y un adiestramiento mínimo, nos habla de la necesidad de cierto control y pericia. Y ya sabemos todos cuando vamos a bordo cómo nos gusta tomar el mando de la nave y agarrar el timón como si fuéramos viejos lobos marinos (lo de ser o no patrón en ese momento grandioso pasa un segundo lugar). Ya sabemos que como los seguros existen –entre otras cosas– porque las prácticas de las actividades no siempre son las correctas, así que este seguro de embarcaciones particulares tiene más razón de ser que muchos otros algo más extraños y curiosos.

Mi recomendación es que al asegurar un bien tan preciado como una embarcación no nos limitemos a lo mínimo. Además de los daños materiales posibles es muy aconsejable incluir en la cobertura los daños corporales o muerte que se produzcan en la embarcación o como consecuencia de un manejo indebido; los gastos legales derivados en caso de accidente si resulta que le dimos permiso a otra persona para guiar la embarcación; el posible robo (sí, recuerda que las embarcaciones no sólo están en un amarre sino también bajo cubierto en tierra durante las épocas de invierno); gastos médicos propios o de otras personas en accidentes en la embarcaciones.

Conclusión: navegar es maravilloso pero para que el disfrute sea pleno –siempre y por todos– y la vuelta al puerto sea segura, más vale salir con el chaleco salvavidas y un buen seguro. Te lo digo yo que llevo tres semanas rodeado de barcos.

¿Te he convencido? Solicita información en nuestra página de otros riesgos