¿Sexo, edad, estado civil… redes sociales? Glup!

La compañías de seguros hacen su trabajo y tú puedes colaborar… o no. A nadie extraña que al suscribir una póliza nos sometan a un interrogatorio de cuarto grado que acaba convirtiéndose en una quisquillosa experiencia a medida que avanza y andan en juego bienes cada vez más valiosos.

Si va de salud, parece lógico que nos pregunten la edad y los antecedentes. Si se trata de un vehículo, los años de carnet de conducir significan mucho. Si es un envío, lo más probable es que las condiciones y el presupuesto varíen mucho entre enviar una caja de naranjas y un bote de nitroglicerina (exagerando un poco, pero es que me interesa que estos ejemplos queden claros). Tú mismo podrías seguir enumerando tipos de pólizas donde la información solicitada no son cuatro datos de nada.

Basta con revisar los impresos de los contratos de las pólizas para comprobar la secuencia de los múltiples recuadros y las distintas casuísticas que encierran cada uno, para darse cuenta de que las empresas de seguros no dejan un cabo suelto. Su trabajo consiste precisamente en que nada quede al azar… y si queda, ya procuran ellas cubrirse las espaldas. Este es el modo adecuado y profesional de plantear un negocio: correr los menos riesgos posibles. Tan sencillo de comprender como que si no lo hicieran, el riesgo en su caso se llama “desaparecer” como empresa.

Ahora bien, que las aseguradoras quieran hacer bien su trabajo no significa que nos penalicen por hablar más de lo preciso. O por dar a entender fuera de contexto circunstancias de nuestra vida que desde la perspectiva de la aseguradora se pueden volver contra nosotros, tanto al solicitar presupuesto para un nuevo seguro como para renovarlo.

“A ver, Julio, explícate porque llevamos cuatro párrafos y no sé aun adónde vamos con todo esto”. ¡Allá voy, querido lector, y disculpa la incertidumbre absolutamente intencionada! La cuestión de este artículo son las famosas redes sociales de las que a estas alturas de la película ya casi nadie se libra.

Lo que digas en tu Facebook, las compañías de seguros lo pueden saber. Aunque lo pongas con la boca pequeña ya se encargarán tus amigos de la red en comentarlo. Sobre todo si has bebido un poco más de la cuenta (por ejemplo), cuentas hazañas al volante como si fueras Fernando Alonso… incluso aunque lo digas en broma, ellas (las aseguradoras) se lo tomarán en serio. Y esto no hay quien lo controle porque lo que tu digas vaya en serio, tus amigos lo comentarán en plan divertido. Mientras tanto las aseguradoras tomando nota sin parar.

Y no te digo lo que puede ser Twitter que, por si no lo sabías, es la red de comunicación pública por excelencia: lo que publicas en un tuit puede dar la vuelta al mundo en medio minuto… ¿has visto los famosos cuando meten la pata? El planeta entero se divierte retuiteándolo. Lo mejor –y lo peligroso– es que no hace falta ser famoso para que lo que digas en Twitter se vuelva contra ti, si lo que plasmas en un tuit se pudiera interpretar como un factor de riesgo a la hora de contratar o renovar un seguro.

Como es sabido el riesgo crece porque además de Facebook y Twitter otras redes sociales se van popularizando: Instagram para fotos y vídeos cortos, Pinterest para imágenes, Youtube (que también es red social) como Vine (el Twitter de los vídeos…

Mi consejo: tengamos mucho cuidado con la información –fotos, comentarios, amigos…–que compartimos en las redes sociales. Es lo mejor si pretendes que tu compañía de seguros te siga tratando como buen amigo… es decir, que no salga más caro seguir siendo cliente.