Si vives del alquiler, vive seguro

¿Algo puede crecer a un 330%? Algo bueno, se entiende. Pues sí: los seguros de alquiler lo han hecho en el período de un año. Alguno se preguntará cómo es posible; pero yo lo que me pregunto cómo es posible que no haya sucedido antes cuando las razones son más que evidentes. Explico un poco la situación porque es de perogrullo si tenemos en cuenta el mundo en el que vivimos.

Hay crisis, ¿vale? En eso estamos casi todos de acuerdo, incluso el Gobierno, aunque intente disimularlo. Al estallar la depresión económica una gran parte de la población poseía bienes inmuebles (pisos, parkings, locales, oficinas…) por los que ingresaba unas cantidades suficientes como para pagar la hipoteca de esas propiedades que, en sentido estricto, aún no eran suyas porque aún debían dinero a los bancos prestatarios. Hasta aquí todo iba sobre ruedas porque la gran mayoría solía pagar siempre a los demás y la cadena de pagos-cobros aparecía como la fórmula mágica y eficaz para endeudarse sin problema. Hasta que la burbuja hizo ¡puff! A partir de este pinchazo los acontecimientos se desencadenan con la lógica aplastante de la cruda realidad. Los menos pudientes dejaron de pagar y así sucesivamente en un efecto dominó absolutamente predecible que devastó el mercado de compraventa inmobiliaria. Llegado a este punto y teniendo en cuenta que las personas nos hemos acostumbrado a vivir bajo techo, los desahuciados optaron mayoritariamente por el alquiler. La casa no se disfruta en propiedad pero a cambio de unos euros se tiene un hogar, una cobijo para la familia.

Una sensación tan nueva como extraña se cernió en la cabeza de muchos ciudadanos. Parecía que hasta la fecha estaba mal visto vivir alquilado mientras que comprar un inmueble era sinónimo de estatus y poder. Al menos las escrituras de un piso bajo el brazo daban esa grata sensación de ser alguien ante nuestros conciudadanos, vecinos y familiares. Caer en el alquiler ha supuesto para muchos una especie de degradación; sin embargo, ha sido la tabla de salvación de numerosas familias. Así es como el alquiler llega a sus años de vacas gordas gracias a la crisis.

Pero no todo es tan sencillo porque los inquilinos son personas que llegan en las peores condiciones financieras de su vida. Es decir, para expresarlo sin tapujos, no son de fiar, porque a saber si tienen dinero suficiente a final de mes y no dejan colgado al arrendador. Lo que he descrito en pocas líneas no es algo del mes pasado, llevamos años acarreando esta penosa situación de lo que yo llamo la “silenciosa migración interior”, personas que cambian de casa y empresas de local, sin necesidad de cambiar de ciudad o país.

No hace falta ser un entendido –basta con poseer alguna propiedad y alquilarla– para darse cuenta de que aquí hay mucho riesgo, muchísimo más de lo que parece, porque no olvidemos que muchos de estos propietarios siguen pagando a sus bancos los créditos hipotecarios y un traspiés con un inquilino puede convertirse en una de esas ruinas que con frecuencia leemos en los periódicos. ¡Ah, pero si esos alquiladores cuentan con más pisos, locales, plazas de garaje… mejor! ¿no? Pues no necesariamente: es más, lo único seguro es que cuanto más propiedades acumulas, más riesgo corres si se pierden. Da igual que hablemos de apuestas, lotería, pisos, coches o bolsa e inversiones financieras…

Se comprende ahora mejor que se haya llegado al 330% de incremento en los seguros por alquiler. No hay propietario que no lo vea como su ansiolítico de cabecera. Estas pólizas aseguran el cobro de la renta mensual y los gastos de la vivienda, si se da el casos de morosidad por parte del inquilino. Podemos pensar que en España vamos a la cabeza de un seguro de este tipo: pues no, porque, curiosamente, el despegue de esta fórmula ha sido 2013 motivo por el que en nuestro país no llega a la media europea. Sin embargo, las expectativas de crecimiento son muy elevadas no sólo por la base real de su necesidad sino porque incluso está desplazando los clásicos avales a cambio de información fiable acerca de la solvencia financiera facilitada con el permiso del inquilino.

Lo que más me maravilla de este producto es cómo se benefician mutuamente arrendador y arrendatario: seguridad y confianza van de la mano facilitando los acuerdos y negociaciones previas a los alquileres… casi estoy por hablar de bendita crisis, eso sí en voz bajita no sea que alguno lo entienda en el sentido equivocado.