Si piensa ser inmortal, busque en nuestro comparador un buen seguro

2020. Sandra pasea con Inés por el parque. Tengo dudas, dijo Sandra, llevo varios días dándole vueltas al asunto, y no encuentro una solución. He lanzado varios bots de búsqueda en Internet, y tampoco encuentran una respuesta adecuada. Inés miró a Sandra y le dijo: ¿te gustaría consultarlo con mi ciberfamilia? Sandra le preguntó: ¿Cuántas generaciones tienes en tu sistema informático? Muchas, los primeros miembros son del año 1.850. De acuerdo, vamos a consultarles. 

Inés conectó la pantalla de televisión, y le pidió al sistema informático que activase a todos los miembros de su ciberfamilia. Las fotos de los familiares de Inés comenzaron a aparecer, y se fueron iluminando conforme se activaban sus memorias lógicas. Finalizado el proceso, el asistente virtual le dijo que ya podía realizar preguntas. Sandra expuso su problema. Pasados unos segundos, el sistema informático comenzó a dar soluciones. Para el sistema dijo Sandra a Inés. Tu bisabuelo acaba de darme la solución…

La idea de poder mantener vivo nuestro pensamiento, y el de nuestros familiares en un ordenador para que esté al servicio de las generaciones futuras, es ya técnicamente posible. En la actualidad, podríamos enseñar a un sistema informático, nuestra forma de pensar sobre determinadas cuestiones, para que cuando otra persona le plantease una pregunta, le brindara nuestra forma de ver el problema. Si dispusiéramos de varias generaciones, el ordenador podría ofrecer diferentes puntos de vista sobre el mismo problema (seguro que muy originales). Cabe plantearse si el banco de memoria de nuestro tatarabuelo o tatarabuela, nos valdría para solucionar un problema de hoy. Yo pienso que sí, porque aunque pasen los siglos, determinados problemas siguen surgiendo con la misma intensidad, así Sócrates (470-399 a.C.) decía: <<los hijos son ahora tiranos… contradicen a sus padres, charlan ante las visitas, engullen golosinas en la mesa, tiranizan a sus maestros>>

Pero la tecnología ha dado aún un paso más: se especula ya con la inmortalidad de nuestra propia personalidad en un sistema informático. Dimitry Itskov, un empresario ruso, lidera un proyecto, para que en 12 años se pueda transplantar un cerebro a una máquina que lo mantenga vivo, y en unos 32 años, descargar la personalidad de ese cerebro o de otros en un sistema informático. Lleva invertido en el proyecto más de 2 millones de euros, y cuenta con científicos de gran prestigio.    

¿Se imaginan que este proyecto se hubiese desarrollado allá por el año 1000, y científicos como Leonardo Da Vinci,  Isaac Newton, Henry Ford, o Albert Einstein hubiesen decidido hacerse inmortales? Cabe pensar que los avances en ciencia, así como en otras disciplinas, habrían sido exponenciales (seguro que la bicicleta eléctrica voladora que se ha presentado hace unos días, la habrían diseñado hace muchos años en una conversación Leonardo y Ford).

Sin embargo, como decíamos antes, hay cosas que con los siglos no cambian: necesitarán un buen seguro por si algo no marcha como esperamos (que sin duda incluirá un cerebro informático “de sustitución”).